El febrero que vuelve a enero

El febrero que vuelve a enero

La mañana es  ventosa y me refugio a la espera de mis invitados entre los pilares leñosos de templo de esbeltos pinos que dominan la entrada del parking. Este  año ha empezado con un enero  cálido y seco en la ladera de Sierra Helada. Los almendros nos han dado flor un mes antes de lo previsto y la temprana primavera de siempre, se ha tornado ahora imprevista e inoportuna.

Los macizos de margaritas celebran ya un principio de temporada estival que dista mucho todavía, pero con su previsión nos advierten que el tiempo vuela y que los preparativos deben comenzar pronto y  con energía, para que todo el programa anual de eventos rezume belleza y fiesta mediterránea pero funcione con precisión alemana.

La pareja de novios ha llegado. Algo tímidos al principio, pero entusiastas y divertidos recorren el jardín de los senderos que se bifurcan y se enamoran de los rincones y perspectivas que encuentran. Me acribillan a preguntas como verdaderos expertos en protocolo y deduzco que por ellos preferirían una boda gitana para alargar así en varios días el exhaustivo programa de actos que quieren incluir en su boda.

Sentados ya a la sombra del algarrobo, el viento ha parado. El cálido sol de mediodía ilumina el mar de naranjos y define imponente la silueta del Puig Campana. La sólida imagen de la roca  les reconforta y disipa sus dudas y miedos.

Han comprendido que organizar su boda será como montar en bici. Para no caerte, basta con no mirar la rueda sino mirar siempre al frente. Lo que de verdad importa son ellos dos y lo que sienten y todos los que les quieren bien serán sus testigos.

Del resto nos encargamos nosotros , eso sí con un poco de envidia de lo felices que son hoy en esta mañana de Enero.